¿Cómo enfrentarse a una página en blanco?
Una página en blanco puede ser un espacio maravilloso en el que dejar volar nuestra imaginación.
Una página en blanco nos puede dotar de la libertad creativa que nos permita plasmar nuestras ideas dejándonos llevar. Libres y sin ninguna atadura.
¡Pero ojo! Una página en blanco también puede ser una pared impoluta que nos aterra manchar y que crece hasta convertirse en una muralla infranqueable.
Como escritores podemos acercarnos al texto con respeto, con más o menos inspiración, con alegría, con ganas, con pereza… todo es válido a la hora de sentarse a escribir. Todo, menos el miedo.
El miedo paraliza la creatividad, corroe el alma del escritor y atenaza su capacidad para inventar. El miedo nos dejará paralizados a la mínima de cambio y es por esto por lo que hemos de desterrarlo de nuestra mente, de nuestro cuerpo y de nuestra página en blanco.
En el acto de escribir, el autor ha de sentirse poderoso, invencible. Ha de afrontar la escritura con la autoridad que le confiere ser el creador de la historia y dejando muy, muy atrás todas y cada una de las barreras que puedan resultar limitadoras para su proceso creativo.
Una de las barreras más evidentes y generalizadas es el miedo al lector. Escribir pensando en tus lectores es demoledor. Sobre todo, cuando estás empezando y tus lectores tienen cara, nombre y apellidos. En este caso, el lector es la barrera infranqueable número uno que dejará nuestra capacidad creativa hecha añicos.
Está claro que me resulta imposible escribir pensando que te leerán tus hijos, tu marido, tu madre o tu vecina.
Respira profundamente cuando estés delante de la página en blanco y piensa que es un plumón en una noche de invierno. Un cielo estrellado una noche de verano o una copa que puedes llenar del vino que más te apetezca. Imagina esa página como el lugar en el que quieres estar y deja que tu imaginación haga todo lo demás. Ya pensaremos en el lector. Ahora estamos creando.